martes, 11 de noviembre de 2008




















Somos muchas las que desearíamos vivir, así, rodeadas de zapatos bonitos y caros, volvernos locas para encontrar un lugar en el que guardarlos todos, pero a la vista de todo el mundo, porque en realidad, son nuestro tesoro.





Sabes cuál es el primero pero nunca cuál será el último.



Es algo especial, llevar unos zapatos bonitos puede hacerte cambiar el humor, te sientes guapa, sexy, simpática.

Toda tu vida has cuidado todos tus zapatos como si fuesen los únicos que deben durarte para toda la vida. También por qué no, has pensado alguna vez en tener una habitación a modo de exposición, con toda tu colección sobre unos cojines bien acolchados de color lavanda. Dicen que soñar es gratis.

Trabajar en una tienda de zapatos y sobre todo en una en la que no te sientes muy identificada con su estilo, sin embargo, cambia mucho las cosas. El trabajo que una dependienta desempeña realmente puede desequilibrarte emocionalmente porque no le puedes echar a la calle a la señora que entra por tocar las narices.

Sí, hay gente que no tiene otra cosa que hacer, que venir a sacarte de tus casillas, eso sí, tú siempre con una sonrisa. Lo peor de todo, es que aunque ven que estás sonriendo, en el fondo saben que la quieres matar o por lo menos dejarle malherida. Es entonces cuando comprenden que te gusta mucho cuidar tus cosas. Y ahí va, la vil señora con toda su manaza al zapato más delicado de la tienda y empieza a meter la mano, a doblarlo, a inspeccionarlo como si tuviese idea de algo.

"Pero este zapato... ¡Esto es muy duro eh! ¿y esto ya me va a valer a mí para el agua? Es que no se dobla mucho, mira, lo doblo y se hacen unas arrugas aquí, ¿lo ves? eh? ¿lo estás viendo? ¿no será que es defectuoso? ¿pero lo ves? ¿ ves cómo lo doblo?"

Señora, lo único duro que hay aquí es su cabeza, las arrugas, las de su rostro y lo que voy a doblar yo es su cara como no deje el zapato delicadamente donde lo ha encontrado, y no a 3 metros de donde lo vio por primera vez, dado la vuelta, mirando a la pared y tirándolo como si estuviese jugando a la petanca. No señora, son zapatos, me está hiriendo profundamente, gracias a gente como usted tendré que ir a un psicoterapeuta, o apuntarme a judo para que así por lo menos pueda patearle el culo a alguien.

Por primera vez en mi vida he deseado tirarle un zapato a la cabeza a alguien y me ha dado exactamente igual el zapato. Esto no puede ser bueno, yo adoro los zapatos, así que por favor, trátenlos bien delante de mi.

4 comentarios:

Arantza G. dijo...

La idea es fenomenal. Tienes toda la razón, hay gente que no controla sus impulsos destructores y hacen gala de su bestialidad con algo tan delicado como puede ser un zapato. El pobre zapato, sensual, con su forma de góndola encantada, a veces deseado y otras destrozado. El débil zapato que oprime y deprime pero ante todo tan necesario. Yo también soy una enamorada de los zapatos y me enfada que la gente sea tan irrespetuosa con un "zapatito". Besos

elena dijo...

tE MANDO UN SALUDITO ZAPATITO

elena dijo...

ME SOLIDARIZO CONTIGO .Por fin tengo un correo para poder escribir pero te juro que esto a sido peor que un parto.Tu lectura a sido muy graciosa.Cuando yo trabaje en la zapateria entro un pavo pidiendo zapatos de elefante y a lo que se referia el muy GILI era de tafilete claro la que lo dedujo fue la dueña a si que hija mia no te queda otra que colmarte de paciencia y a los pobres zapatos sufrir en silencio. BESOTES

Placy dijo...

Hola Zuri,
Yo tambien te entiendo los zapatos casi pueden hablar ,te imaginas un traje de noche y con zapatillas nooooooooooo y mil veces nooooooo pero unos zapatos de tacon con unas bonitas medias he,he,a que si.Bueno volvere a visitarte y ya veremos si se te ha pasado el cabreo.
Besitos cielo,una amiga.